martes, 26 de febrero de 2013

UN CONCEPTO: ARGUMENTAR (PRIMERA PARTE)




Me da risa escuchar que cuando alguien pregunta la definición de una palabra, la gente responde con sinónimos y no con definiciones tal cual fue solicitado; ¿Te has dado cuenta de esto? 

Hagamos una prueba de lo anterior. Piensa en la definición de “estrujar”; ¿Qué se te vino a la mente de inmediato? ¿Exprimir, apretar? Si no fue así, felicidades, tienes una mente más disciplinada que la de la mayoría de las personas. 

Es una seducción casi irresistible definir cosas con sinónimos porque es más fácil, es más explícito y requiere menos introspección. Pero es una muletilla mental.

A continuación, una definición valiosa:

Argumento (del latin argumentum): prueba o razón para justificar algo como verdad o como acción razonable; la expresión oral o escrita de un razonamiento.

Pocas personas tienen la capacidad de argumentar. Tal vez creas que tu sí la tienes, y te felicito, necesitamos más personas como tu en el mundo. O tal vez creas que tu sí la tienes, y resulta que también creíste al principio de la publicación que tenías la definición de “estrujar” pero solo tenías sinónimos; a veces creemos que sabemos algo y resulta que no necesariamente es así. 

LOS QUE NO ARGUMENTAN

Muy pocas personas tienen la capacidad de argumentar; el resto son dictadores detrás de una sonrisa amistosa, uno estilo humorístico, una actitud sin vergüenza o un chantaje tierno y simpático; pero al final de cuentas, dictadores.  

Sabes que una persona no entiende de argumentos cuando: 

- Ante una actitud que no le parece correcta, emite un juicio sin tratar de entender el porqué. Todo lo que salga de su canon mental está mal. 

  • Ante una idea que se contrapone a la suya dice: “Bueno, tu tienes tu opinión y yo la mía”. Jamás la convencerás, porque en su realidad, ella va a tener la razón siempre ya que “hay muchos puntos de vista de la misma cosa”, o al menos esa excusa tiene que dar; a mi parecer es un “gano porque gano”. Ojo, sí pueden haber varios puntos de vista de la misma cosa, pero al final, solo son visiones parciales de una realidad total, lo que se supone que se busca en un debate es la realidad total; siendo más explícito, todas la opiniones llevan a la realidad total, no más que a veces nos quedamos a medio camino y así no tiene chiste la cosa.

  • Le preguntas el porqué de alguna idea que tiene y se enoja. A esta persona no le gusta ser cuestionada, sus razones y conflictos internos tendrá.  

  • Confunde sus sentimientos con argumentos. Opinan basándose en lo que sienten en ese momento; actúan según su humor. Tienen un filtro mental básicamente nulo, lo que sienten lo escupen. Los sentimientos jamás serán una buena guía de ética y conducta para nadie; son como una estampida de nius en la sabana africana: Transmiten una sensación libertad, pero atropellan lo que está a su paso.

  • No se acerca a ti para discutir sobre una idea, viene a informarte su idea y punto. Actúan como si fueran Dios que nos da sus 10 mandamientos y no nos pregunta si nos parecen bien (en este caso específico, a mi sí me parecen bien). 

  • Huye de cualquier conversación con una carga de tensión. Es esa persona a la que le dices: “Quiero hablar contigo”, y a partir de ese momento, hace todo lo posible por evitar esa charla porque intuye que será para confrontarla con algo que hizo o dijo. Es un desertor del campo de “batalla”. Y una variante sería: el que jamás confronta. Son esas ollas de presión vivientes que en algún momento explotarán y hará un desastre.

  • Ya ni hablemos del iracundo que se enoja a la primera contradicción. 

Estas personas pueden ser odiosas o pueden ser un amor; pueden ser dominantes o frágiles; las encontrarás en todas las presentaciones. Y las amorosas y frágiles son las peores, porque no te percatas de ellas; las odiosas y dominantes son evidentes y solo están con ellas las personas que creen merecer ese trato... Yo paso. 

CIERRE DE LA PRIMERA PARTE

Esta publicación la escribí hace varios meses, pero no encontraba el momento y el cierre correcto a la primera parte; entonces este sábado llegó el feliz detonante. 

Casi de la nada llegó una compañera y en medio de un grupo de varias personas me dijo algo así: 

-“¡Tu solo saludas cuando quieres! Lo siento si soy agresiva, pero lo tenía en la punta de la lengua y tenía que sacarlo.” - Dicho esto se alejó. Tuve mis 2 segundos de estática mental tratando de entender lo que acababa de suceder.

- Luego me cuentas porqué piensas eso. - Le dije, porque honestamente, no sabía de lo que me estaba hablando; pero era evidente que no quería dialogar.  

Llegó la noche y por una razón distinta me acerqué a un grupo de amigos donde estaba ella; saludé a todos y me integré a la conversación. Una broma trajo al tema el incidente de la mañana y de buen humor le reclamé que no me dijo ni el porqué ni cómo evitar mi falla a futuro; no hubo tensión en el ambiente (al menos no lo noté, ya vez que esas cosas se sienten inmediatamente), todos estábamos de buen humor. Ella inició la explicación a la cual le respondí que mi falla sólo era descuido y despiste, nunca mala fe. Al fin de cuentas le hice ver que a diferencia de mí, ella si era consciente de la omisión de nuestro saludo, y que si a esas vamos, yo soy ahora el ofendido por no recibir un saludo de su parte (era una postura retórica solamente). Una vez más todos nos reímos por el giro de la situación. Decidimos poner más atención a nuestros saludos e hicimos las pases.

Después de estrechar las manos, ella se sintió un poco incómoda por el hecho de haber llegado a un reclamo directo hacia mi; le dije algo que creo firmemente:

“No, para nada; estuvo bien que tuvieras el valor de venir y decirme lo que te parecía que estaba mal... Igual no fue la manera... Pero siempre es mejor hablarlo que guardar el rencor. Somos adultos y podemos resolver las cosas hablando.”

Me sentí tan bien de encontrar alguien con quien argumentar; ya no se encuentran muchas personas de estas hoy en día. 

Mi tío Ekel es mi maestro de los argumentos. Él tiene todo el tacto y la corrección política suficiente para clasificarla como la persona más razonable que conozco. Mi aspiración es ser como él, y mi propósito con esta publicación es que todos aspiremos a ser personas de argumentos, ya basta de sentimientos, ya basta de pensar con el estómago o el corazón o alguna otra víscera; usemos la mente para dominarlo todo. 

Espera en dos semanas la segunda parte. 

martes, 12 de febrero de 2013

DIFERENCIAS… DIFERENCIAS



Estoy a la mitad de 3 semanas de locura por el trabajo y por lo tanto, no tengo tiempo para terminar las publicaciones que he empezado a escribir, ni mucho menos empezar una nueva; así que te dejo la foto de un letrero que al verlo mientras caminaba en la facultad de psicología de la universidad complutense de Madrid me frenó de golpe para rectificar que lo que estaba leyendo era correcto. 



No cabe duda que son muy llamativas las diferencias entre la cultura mexicana y la española, y ese fue el motor que impulsó el nacimiento de este blog. Si eres español o vives allí, lo siento, esta foto no tendrá ninguna relevancia para ti (al menos que quieras unirte a lo que promueve el letrero). Si eres Mexicano, seguro la encontrarás divertida. 

Contexto para el que no es mexicano: Para nosotros, la palabra "culo" es muy fuerte. No recuerdo si en España tienen una palabra vulgar para llamar a esa parte del cuerpo, pero la nuestra es "culo". Así que ya te imaginarás mi sorpresa al ver que una universidad promueva un evento con esa palabra. Por su puesto, cada cosa en su contexto. 

De hecho, no tenemos una palabra adecuada para toda la familia que sirva para referirse al "culo", si a caso, "trasero", pero aún así, la dices con voz baja si hay adultos respetables escuchándote, con una especie de actitud de "disculpe por la palabra".  Si algún paisano me puede ayudar a pensar en una palabra para referirse al trasero (que no es muy específico el término tampoco) que puedas usar con niños, adultos, que se pueda decir en televisión y radio sin un poco de nerviosismo de por medio, ayúdenme.