lunes, 28 de febrero de 2022

El error de imponer nuestro mundo interno


Cuando era adolescente tenía un nutrido grupo social, tenía amigos casi hermanos, de esos que estás seguro que nunca dejarían de serlo porque nuestros destinos estaban unidos… corte a, ya solo nos felicitamos en los cumpleaños, y a veces ni eso. Si estás llegando a los 30 años esto que te narro te resultará familiar. 


Cuando tenía entre 14 y 22 años veía muy difícil llegar a la adultez y que mis amigos y yo comenzáramos a comportarnos como los adultos se tratan entre ellos, me refiero a cierta formalidad y etiqueta. Era normal que siendo joven le hablara con respeto a un adulto, pero entre iguales deberían tratarse normal, sin protocolos tan formales, sobre todo si se conocían de años. Mi lógica me decía que la confianza que tengo con mis amigos impediría caer en esos estándares adultos acartonados… corta a, ya me siento incómodo bullyendo a mis amigos como antes, si lo hago se ofenden y con algunos el saludo comienza con un “buen día”; caray, la adultez nos ganó. 


Una cosa muy del adulto es generar sus propios estándares de vida, cada quien establece el tono en el que le gusta que le hablen, en el que le gusta hablar, los protocolos que están bien y los que están mal para él. Esto no sucede tanto en la juventud porque somos más flexibles ya que la identidad en esa etapa tiene naturaleza y necesidades colectivas en vez de individualista como llega a ser el resultado del proceso de madurez; vamos, que ya te molestan más cosas que antes no. 


Parece que la flexibilidad social y conductual es proporcional a la flexibilidad física, con la edad se pierde, y cualquier estironcito le duele mucho a los que no ejercitan el músculo de la empatía que nos ayuda a entender que no todos pensamos igual, y que mis estándares de conducta no son los que todos tienen o deberían tener. Y aquí es donde “la puerca tuerce el rabo”. 


Es muy común que la persona A juzgue a la persona B bajo esos estándares individuales de la persona A, los cuales nunca comunicó; pero la persona A espera que la B (de alguna manera mística o vía NFC) sincronice su estándar de valores, ideales y protocolos y actúe en consecuencia. Con mi primera novia tenía la costumbre de avisarle por teléfono que ya había llegado por ella  o incluso tocando con el claxon. Ese era nuestro estándar, y estaba bien para ella, para los padres y para mí. Años más tarde salí con otra persona, hice lo mismo y a su mamá le molestó mi actitud. Tal vez tu estás pensando “obvio David, es super descortés no bajarte, saludar a la familia y platicar 5 minutos y luego despedirse”… y sí, eso que describes es una práctica bonita, me gusta la idea, pero es tú práctica bonita y no por ser tuya es la única que funciona, la correcta y la que todos deberíamos traer precargara por default. 


Ahora te daré el contra ejemplo de eso: En Madrid recibí un par de buenos comentarios de chicas por ser caballeroso, y no es que yo lo fuera en demasía, solo que los estándares de México y los de España son muy distintos, y lo poco que yo hacía era muy vistoso para los estándares de ellas. Este blog comenzó por mi estadía de dos años en España ya que el contrastar culturas me enseñó que la conducta es relativa al tiempo y el espacio, creer que un estándar es el mejor habla de tiene un mundo interno limitado y si imponemos este mundo interno limitado, pocos podrán y querrán entrar. 


He perdido más de un amigo porque de repente rompo un estándar de conducta suyo, en algún caso dicho estándar no lo tenía antes, y hay casos donde nunca me había dicho que lo tenía. Una vez regado “la sopa sobre la mesa”, el daño es casi irreparable a pesar de que le explico que mi intención no era ofensiva. Y esto se da porque la persona “ofendida” activa su mecanismo de defensa lógico que explico a continuación en 7 pasos:

  1. Yo tengo un modelo de conducta 
  2. Lo desarrollé con los años y creo que es el mejor.
  3. Me parece que incluso entra en la categoría de sentido común.
  4. Como es lógico, todos deberían haber llegado a es conclusión así que no tengo ni que explicarlo. 
  5. Por lo tanto, si alguien rompe este modelo de conducta lo hace a propósito.
  6. Si lo hace a propósito su intención es mala y seguro quiere dañarme. 
  7. No lo voy a permitir. 


Dicen los expertos en la conducta humana que nadie se va de tu vida hasta que ya no encaja en ella, y posiblemente ya no encajamos en la vida de otros porque ellos, o nosotros, definimos tan categóricamente las medidas y la forma de la cajita en la que deben encajar las personas que es muy difícil que alguien tenga esas características. 

 

Pero imagina que esa cajita rígida en realidad fuera una bolsa de tela, que si bien tiene un límite, puede ir tomando relativamente la forma de los objetos que estén dentro de ella; esto no solo hace que las cosas estén más cómodas en su interior, sino que seguramente entrará un mayor número de ellas. 


La clave es ser conscientes de que la gente tiene estándares distintos, averiguarlos en el momento de atravesar una situación tensa es la manera de evitar muchos conflictos mayores, es decir, preguntar el “porqué” en vez de arremeter con un juicio inmediato. 


Cuando lanzamos juicios inmediatos estamos mostrando nuestra vulnerabilidad, alguien nos toca en una herida abierta en el brazo y entonces casi en automático reaccionamos moviéndolo hacia atrás y posiblemente reclamamos con enojo o agresión física. Pero… ¿Y si la herida no se veía y la tocó sin querer? ¿Y si el toque era una muestra de cariño y cercanía pero en el lugar incorrecto? 


Tu vulnerabilidad no es responsabilidad de las personas, sino tuya; es tu responsabilidad curarla, sanarla y no estaría mal que adviertas a las personas cercanas que la tienes y que, aunque estás en proceso de sanción, les pides que tengan cuidado por mientras. 


Finalmente, todos tenemos maneras diferentes de comunicarnos (con palabras y acciones), cada quien hace lo mejor que puede con lo que tiene, si alguien no ha llegado a la parte de la carrera del desarrollo donde tu estás, no les des de palos para que avance de inmediato; entiende que todos corremos nuestra propia carrera y ni por un segundo pienses que están corriendo la tuya.