martes, 11 de septiembre de 2012

CON LA MUERTE FRENTE A MI




La preparatoria (bachillerato) fue una de las etapas más bonitas de mi vida. Fue realmente buena, me dio mucha tristeza que terminara y que cada uno de mis amigos tomara sus caminos. Caray ... Esta vida y sus cambios... Bueno, al punto. Ésta historia que te contaré ocurrió casi al final de la preparatoria, tiene como protagonistas a mis 6 amigos más cercanos y al papá de uno de uno de ellos. Ocurrió en uno de los atractivos turísticos de Yucatán, los cenotes de Cuzamá. 

Comencemos poniendo el escenario. En Yucatán el suelo es cavernoso. Es como un gran queso gruyer de roca sólida. Digamos que vivimos sobre cuevas y ríos subterráneos. 

Éstas cuevas a veces están llenas de agua y les llamamos cenotes. Son una especie de piscinas naturales. Aquí te muestro una foto. 

Cuzamá es un complejo de cenotes donde la mayor atracción es que puedes nadar en 3 o 4 de ellos pero siendo transportado a cada punto por una carreta sobre unas rieles tirada por un caballo. Para la gente de ciudad, es una experiencia del pasado muy recomendable. 

Ésta foto es actualizada, cuando nosotros fuimos, la carreta solo era una superficie de madera y ya; sin techo, ni asientos. 

 Allí íbamos mis amigos y yo emocionados por tener nuestra primera excursión juntos. El primer cenote es el más cómodo para acceder a él y nadar, los otros 3 son más del tipo “aventura”. De cualquier forma, todos tienen su riesgo por la profundidad, el primero en particular era tan profundo que no podíamos ver el fondo.  

Luego a alguien se le ocurrió una idea. Ya sabes como somos los adolescentes varones, uno reta a hacer algo y te enciende un fuego interno. El plan que dos de mis amigos tuvieron era ir hasta el final del cenote, porque allí al fondo había una piedra muy grande donde podíamos pisar, descansar y regresar, y así ... Pues... Pues así nada; no sé qué ganábamos con eso, ya dije, éramos adolescentes. 



Por su puesto, los dos amigos de la idea y motivación sabían andar muy bien. Rigel (el de la historia del coatí. Lee la historia aquí) había tomado clases de natación toda la vida. Él era mi mejor amigo, así que me insistía a participar, después de todo, yo había tomado unas cortas clases de natación también en los clubes (tipo scout) de nuestra iglesia Adventista del Séptimo Día, así que podría lograrlo. 

Yo hacía cálculos mentales de mi habilidad y mi grado de energía y no estaba muy seguro de poder lograrlo. Les dije que yo no iba y ellos dos emprendieron el recorrido mientras el resto de nosotros solo veíamos en la orilla. A los 20 segundos aquel fuego interno del que te conté ardió con más fuerza y me impulsó a no quedarme atrás; así que ahí va el menso de David tras ellos. 

La verdad ni tan menso, porque mis cálculos eran que sí podía llegar y hubiera sido si no fuera por un pequeño detalle... ¡La roca ya no estaba!

Metros antes de que alcanzara a mis amigos a la zona donde buscaban la piedra me percaté de que no la encontraban, además habían unas cosas negras raras en el agua, como moho que los habían hecho pararse de golpe. Ahí dije: “Oh, oh”. Si no la encontraban, significaba que tendríamos que regresar sin descansar y yo sólo tenía energías de ida, no de ida y vuelta. 

-¡¿No está la piedra?! - Pregunté asustado.
-¡No! - me respondió Rigel con preocupación tal vez intuyendo mi situación.

Rápidamente me dirigí hacia la pared izquierda de cenote que estaba a unos 8 metros de mí, les grité: “¡Ya no puedo”! En su impotencia Rigel me empujó con su mano hacia la pared donde me dirigía en un afán de hacer que llegara más rápido. Pero poco importaba la rapidez con la que llegara allá, la piedra estaba lisa porque el agua la había pulido durante los cientos o miles de años y le había dejado una capa de verdín. 

Cuando llegué a la pared entonces sí me asusté. Como expliqué, no había de dónde sujetarme, la pared no solo era lisa y resbalosa, además estaba en declive hacia adentro (como ves en la foto). Me hundí muchas veces, tantas que hasta pude ver que bajo del nivel del agua estaba tallada en la piedra el nombre de una pareja enmarcados con un corazón. Detalle importante para saber qué había pasado con la roca que no encontramos. 

En ese momento, el papá de Rigel que nos acompañaba se lazó para ayudarme, pero estábamos a unos 20 o 30 metros de distancia, así que se iba a tardar en llegar.

Pensé que moriría allí. Un pensamiento que me cruzó fue: “mi mamá me va a decir: te lo dije”. Sí... Al parecer eso fue lo que me preocupaba en ese momento. 

En serio pensé que iba a morir. Para entonces, ya estaba intentado sujetarme arañando las paredes, la desesperación iba en serio. En una de las tantas veces que me hundí, no sé cómo pude ver bajo el agua una pequeña hendidura en la piedra. De inmediato puse las manos en ella y era como cuando a una caja grande le hacen unos cortes para que puedas meter las manos y cargarla. Evidentemente están hechos para levantar, no para sujetarse, y estaba a unos 40 cm de bajo del nivel del agua; pero la adrenalina hace maravillas, ojalá y la pudiéramos controlar a voluntad. Lo grandioso es que esa hendidura me daba por lo menos un punto de fijación a la pared, eso ya era ganancia. Como no podía empujarme hacia arriba con eso, usé mis piernas como “tensores”, y con mis brazos sujetos a la hendidura y mis pies haciendo tensión también, pude sujetarme tipo spiderman a la pared, sin más apoyo más que la tensión que ejercían mis piernas hacia el lado contrario a la pared y la tensión de mis brazos hacia la pared.

Ya estable, pero en shock por haber visto esa bendita hendidura, llegaron Rigel y su papá a ayudarme. Pero ya estaba a salvo. Les dije que ya aquí podía descansar y recuperar fuerzas para volver por mí mismo. 

Rápidamente el gusto por estar vivo se transformó en vergüenza ante el grupo y el papá de Rigel por haber casi muerto. Pero mis amigos eran buenos conmigo, no se burlaron de mi... Bueno no mucho... Bueno, menos de lo que hubiera merecido. 

Lo que había pasado con la roca que no estaba, se debía a que el nivel del agua del cenote sube y baja dependiendo la temporada de lluvia o sequía; así que estábamos en una temporada donde el nivel del agua era alto y sobrepasaba por mucho la roca.

Un año después dediqué todo un verano a aprender a nadar bien, Mariel (la hermana de Rigel) fue mi maestra; y hoy por hoy me considero un buen nadador. Nunca le conté a mi mamá lo sucedido, así que esto queda entre nosotros.

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