miércoles, 5 de febrero de 2014

ETAPAS NUEVAS EN LA VIDA


Cuando eres adolescente has pasado por tan pocas etapas y ciclos de la vida que parece que el hecho de crecer es algo normal y paulatino. Estás acostumbrado a que poco a poco serás más alto, que poco a poco serás más velludo (seas hombre o mujer), que poco a poco sufrirás cambios físicos notorios. Y parece que lo que viene siempre será mejor. Si eres un niño, te mueres por ser más grande para ser tan fuerte como los niños grandes, como niña te mueres por ser más grande para que el chico que te lleva 1 o 2 grados se fije en ti. Las chicas en la pubertad mueren por tener 15 para tener tu fiesta, te mueres por tener 16 o 17 para que te den tu permiso de manejo (aunque creo que te lo dan desde los 14 años… no estoy seguro). En la adolescencia te mueres por tener 18 para ser mayor de edad. Pero luego que pasan todas estas experiencias propias de la niñez y adolescencia, empiezas a entrar a una zona donde ya no quieres seguir cumpliendo años, porque en estos terrenos ya no hay crecimiento, solo vejez. Lo que antes era “mientras más años mejor” ahora comienza a ser contraproducente. 

Dato: 25 años es la cumbre del ser humano. Es el momento donde ya haz alcanzado la madurez física y comienza tu paulatina decadencia.

Si tienes unos 20 años, y si tu vida fuera una serie de televisión, solo notarías 2 temporadas: niñez y adolescencia. Mientras más creces y dejas la adolescencia, y la madurez llega a tu ser, vas identificando claramente temporadas y notas cómo haz cambiado a raíz de eventos que te tocaron vivir; evalúas lo vivido, y en el mejor de los casos, aprendes de ellos. Lo que quiero decir es que comienza a haber algo que no habías experimentado antes: Retrospectiva y secuencias de eventos que te llevaron a ser como eres hoy.

La sociedad te señala claramente cuándo empiezan y cuándo terminan esas “temporadas” en tu vida; te las marcan por ciclos escolares (la primaria, la secundaria, el bachillerato, la universidad), te lo marca por edades claves (quince años, dieciocho años, treinta años); también te lo marca por eventos en tu vida (graduación, boda, bebé). La gente a tu al rededor presiona para que cierres una temporada en la serie de tu vida e inicies otra. Tal vez tu haz presionado a alguien con preguntas: “¿Y para cuando la boda?”, “¿Ya están escribiéndole a la cigüeña (se refiere a intentar embarazarse)?”, “Amiga, ya te está dejando el tren (que ya está muy grande y debería casarse)”.  

Varios de mis amigos en México (Tal vez señalo excesivamente la nacionalidad de los amigos de los que hablo, pero lo hago para no generalizar y que me reclamen mis amigos europeos o viceversa) se auto definen según el rol que les toca vivir; por ejemplo, al casarse parece que les cambian el chip y los reprograman para ser “señores”. 

En mi caso, soy malo para los cambios de etapa de vida. Justo cuando me adapto a la etapa de vida en turno, resulta que ya hay que cambiar a la siguiente; y eso me pasa vez tras vez. Mis cambios de etapa van acompañados de estrés emocional y un recuento de lo vivido, algo así como un proceso de luto que termina en aceptación. 

Odio las “poses”, no me gustan las personas que actúan de una manera determinada solo porque lo dice la sociedad, el momento, las reglas establecidas por alguien, o cualquier otro factor externo que te diga cómo actuar. Creo que las cosas deben fluir, deben pasar cuando tengan que pasar; y que tu debes cambiar cuando las circunstancias y tu madurez   te lleven naturalmente a ese cambio. 

Me hubiera gustado ser adolescente más tiempo, me hubiera gustado ser estudiante más tiempo (aunque ir a Madrid a estudiar, después de 3 años de haber salido de la universidad, me dio un segundo aire estudiantil y lo disfruté un montón); me hubiera gustado estar en los veintes más tiempo (también Madrid hizo que se me fuera como agua la segunda mitad de esta década); pero la vida avanza y si algo me ha enseñado la misma vida es que la etapa siguiente es buena, que traerá sus propias aventuras y experiencias, y que la extrañaré cuando esta termine; así que me dedicaré a disfrutar cada momento de esta nueva etapa en la que me zambullo (que chistosa palabra).


Por cierto, la etapa a la que me refiero es tener 30 años. 

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