miércoles, 26 de marzo de 2014

CUANDO ME VAYA DE AQUÍ



Hace un poco más de un año murió un amigo de la familia al que siempre recordaremos con cariño, y eso es lo mejor que alguien puede dejar al morir, cariño en el corazón de otros. 

Pensando y habiendo estado en algunos funerales, quiero presentarte una perspectiva diferente a la muerte y cómo asumirla, principalmente en un funeral. 

Mucho depende de tus perspectivas espirituales y religiosas, pero una cosa es cierta, creas en lo que creas, la muerte cierra un ciclo. Para el que muere, se apaga la función y su existencia se extingue; para los que quedamos vivos, empieza un camino cuesta arriba. Y seamos honestos, si pudiéramos evitar ir a algún funeral lo haríamos sin pensarlo dos veces, sobre todo si no eres de la familia doliente. Asistimos porque nuestros amigos nos necesitan y por supuesto que estaremos allí para ellos; pero es una experiencia dura de vivir. Yo no quiero que mis amigos sufran, así que dejaré indicaciones claras de cómo será mi última fiesta antes de volver a la tierra. 

Propongo un cambio de paradigma; propongo que se celebre mi vida, antes de que se sufra mi pérdida.

Propongo que la gente no sea irrespetuosa con los que estén dolidos, pero sí que se haga de ese momento, uno menos traumático al tener buen humor. 

He comprobado que sí se puede. En otro funeral, amigos nos reunimos al rededor del féretro y espontáneamente empezamos a recordar momentos buenos entre el amigo fallecido y nosotros. Sin darnos cuenta, cada uno contaba una historia graciosa sobre él, rematada con risas grupales. Allí, tocando el ataúd y casi casi conversando con nuestro amigo que se había ido, me di cuenta que yo quería eso; que provocar risas en mis amigos al recordarme es el mejor duelo, y también es el mejor de los discursos de despedida que yo podía desear; era honrarme en mi muerte; era dejar un legado de alegría en quienes me conocieron. 

Espero pronto escribir las indicaciones paso a paso de cómo quiero que se organice ese momento, pero ahora seguiré vendiéndote la idea de que esto no es un disparate. 

Mi formación cristiana ayuda para entender la muerte como un proceso que es triste, pero que trae esperanza de volver a ver a la persona difunta (siempre y cuando la persona haya vivido con fe y actuado según ella). Pero aunque no creas en algo similar a lo que yo creo; ese momento de pérdida es revelador de ti mismo. Ante la crisis, uno muestra su verdadero yo. 

Lo más cercano que he perdido ha sido a mi abuelita; pero no me fue duro afrontarlo; en primera porque estaba en España y toda mi familia en México, así que solo me enteré y no vi nada; pero en segunda, porque seguí una serie de pasos que te pueden ayudar a prepararte para la muerte de alguien, desde un familiar, hasta tu mascota:

1.- REMORDIMIENTO

Como te dije anteriormente, mi abuelita murió cuando yo estaba en España, pero no me sorprendió, ella tenía 93 años y su salud no era muy buena, sabía que en cualquier momento iba a pasar lo inevitable. Lo que hice fue prepararme para su muerte, la trataba bien para no tener remordimientos que me atormenten, y eso es muy importante; el remordimiento creo que es el principal motivo de dolor en un funeral. 

Otra cosa que hice para prepararme fue despedirme. Cuando me despedí de ella antes de volar hacia el viejo mundo, me despedí también de su vida. Era consciente de la posibilidad de perderla durante mi estadía en el extranjero, así que le dije “adiós” en el sentido más amplio de la palabra. Cuando ella murió, no me quedaba nada más para decirle o hacerle; todo lo había hecho y dicho. 

Por cierto, también me despedí de mi abuelito, incluso tuvimos unos minutos de calidad muy especiales, me dio un consejo (nunca me da consejos) y sentí nostalgia de ambos lados en la conversación abuelo-nieto que nunca había tenido con él. Aprovechen a sus abuelos y dedíquenles tiempo y cariño.

2.- CONCIENCIA DE LO TEMPORAL 

He tenido 2 gatos como mascotas, no simultáneamente. Desde el primer día que adopté al gato en cuestión, me hice a la idea de que moriría antes que yo. Es lógico, es un gato, no viven tanto como los humanos, incluso viven menos que un perro, es más, los atropellan más que a cualquier otro animal. El último que tuve (Kímaru, el de la “oda a mi gato”) me encariñé mucho con él y aún lo extraño; él murió también mientras yo estaba en España. Me puse muy triste, pero sabía que ese día llegaría y eso hizo que el dolor sea amortiguado. Seamos conscientes de que la muerte llega imparablemente, y estemos listos todos los días para lo peor; no siendo catastróficos, sino sabiendo qué hacer cuando llegue ese momento. 

3.- SER AUTOSUFICIENTE 

Cada persona es responsable de sí mismo y de su bienestar, no podemos darle a nuestros hijos, nuestros padres, nuestras parejas o nuestras mascotas el peso de nuestra felicidad. Cada quien debe aprender a ser feliz por sí mismo, ser autosuficientes emocionales. 

La premisa básica del ser humano debe ser: Todos morirán antes que yo. Tal vez no sea cierto, pero si mueres antes que ellos tampoco te importará, así que esta premisa es infalible. 


No necesitas a nadie para vivir y nadie te necesita a ti. Las personas queridas son un apoyo, una bendición y un placer cuyo camino conecta con el nuestro; son personas que inesperada y temporalmente van por el mismo camino por donde caminamos, pero llegará el momento en el que el camino se bifurcará (ya sea por separación o por muerte) y debemos entender que nuestro camino sigue, aunque no haya más caminantes con nosotros, nuestro camino sigue y terminará hasta que nosotros muramos; mientras tanto, no dejes de caminar. 


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